Este mundo ya está tambaleándose, listo para caerse, y qué sucederá
después? Este capítulo es un análisis penetrante del milenio, ese
tiempo no muy lejano cuando el tiempo se parará, cuando Satanás será
atado y habrá un tiempo para rendir cuentas.
Visualice ese tiempo cuando una gran controversia está llegando a su
fin. Tiempo para pensar. Aquí está la verdad acerca del milenio.
Cuanto ella se ha glorificado, y ha estado en deleites, tanto dadle de
tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada reina,
y no soy viuda, y no veré llanto. Por lo cual en un día vendrán sus
plagas, muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque el
Señor Dios es fuerte, que la juzgará. Y llorarán y se lamentarán sobre
ella los reyes de la tierra, los cuales han fornicado con ella . . .
diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad de Babilonia, aquella fuerte
ciudad; porque en una hora vino su juicio!" Apocalipsis 18:5-10.
"Los mercaderes de la tierra" que "se han enriquecido de la potencia
de sus deleites," "se pondrán lejos de ella por temor de su tormento,
llorando y lamentando, y diciendo: ¡Ay, ay, aquella gran ciudad, que
estaba vestida de lino fino, y de escarlata, y de grana, y estaba
dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas! Porque en
una hora han sido desoladas tantas riquezas." Apocalipsis 18:3, 15,
17.
Tales son los juicios que caen sobre Babilonia en el día de la ira de
Dios. La gran ciudad ha llenado la medida de su iniquidad; ha llegado
su hora; está madura para la destrucción.
Cuando la voz de Dios ponga fin al cautiverio de Su pueblo, será
terrible el despertar para los que lo hayan perdido todo en la gran
lucha de la vida. Mientras duraba el tiempo de gracia, los cegaban los
engaños de Satanás y disculpaban su vida de pecado. Los ricos se
enorgullecían de su superioridad con respecto a los menos favorecidos;
pero habían logrado sus riquezas violando la ley de Dios. Habían
dejado de dar de comer a los hambrientos, de vestir a los desnudos, de
obrar con justicia, y de amar la misericordia. Habían tratado de
enaltecerse y de obtener el homenaje de sus semejantes. Ahora están
despojados de cuanto los hacía grandes, y quedan desprovistos de todo
y sin defensa. Ven con terror la destrucción de los ídolos que
prefirieron a su Creador. Vendieron sus almas por las riquezas y los
placeres terrenales, y no procuraron hacerse ricos en Dios. El
resultado es que sus vidas terminan en fracaso; sus placeres se
cambian ahora en amargura y sus tesoros en corrupción. La ganancia de
una vida entera les es arrebatada en un momento. Los ricos lamentan la
destrucción de sus soberbias casas, la dispersión de su oro y de su
plata. Pero sus lamentos son sofocados por el temor de que ellos
mismos van a perecer con sus ídolos.
Los impíos están llenos de pesar, no por su indiferencia pecaminosa
para con Dios y sus semejantes, sino porque Dios haya vencido.
Lamentan el resultado obtenido; pero no se arrepienten de su maldad.
Si pudiesen hacerlo, no dejarían de probar cualquier medio para
vencer.
El mundo ve a aquellos mismos de quienes se burló y a quienes deseó
exterminar, pasar sanos y salvos por entre pestilencias, tempestades y
terremotos. El que es un fuego consumidor para los transgresores de Su
ley, es un seguro pabellón para Su pueblo.
El ministro que sacrificó la verdad para ganar el favor de los
hombres, discierne ahora el carácter e influencia de sus enseñanzas.
Es aparente que un ojo omnisciente le seguía cuando estaba en el
púlpito, cuando andaba por las calles, cuando se mezclaba con los
hombres en las diferentes escenas de la vida. Cada emoción del alma,
cada línea escrita, cada palabra pronunciada, cada acción encaminada a
hacer descansar a los hombres en una falsa seguridad, fue una siembra;
y ahora, en las almas miserables y perdidas que le rodean, él
contempla la cosecha.
El Señor dice: "Curan la llaga de Mi pueblo livianamente diciendo:
¡Paz! ¡paz! cuando no hay paz." "Habéis entristecido el corazón del
justo con vuestras mentiras, a quien yo no he entristecido, y habéis
robustecido las manos del inicuo, para que no se vuelva de su mal
camino, a fin de que tenga vida." Jeremías 8:11; Ezequiel 13:22.
"¡Ay de los pastores que pierden y que dispersan las ovejas de Mi
dehesa! . . . He aquí que Yo os castigaré por la maldad de vuestros
hechos." "¡Aullad, oh pastores, y clamad; y revolcaos en ceniza, oh
mayorales del rebaño! porque cumplidos son los días determinados para
vuestro degüello; y os dispersaré, . . . y los pastores no tendrán
adonde huir, ni los mayorales del rebaño adonde escapar." Jeremías
23:1, 2; 25:34, 35.
Los ministros y el pueblo ven que no sostuvieron la debida relación
con Dios. Ven que se rebelaron contra el Autor de toda ley justa y
recta. El rechazamiento de los preceptos divinos dio origen a miles de
fuentes de mal, discordia, odio e iniquidad, hasta que la tierra se
convirtió en un vasto campo de luchas, en un abismo de corrupción. Tal
es el cuadro que se presenta ahora ante la vista de los que rechazaron
la verdad y prefirieron el error. Ningún lenguaje puede expresar la
vehemencia con que los desobedientes y desleales desean lo que
perdieron para siempre: la vida eterna. Los hombres a quienes el mundo
idolatró por sus talentos y elocuencia, ven ahora las cosas en su luz
verdadera. Se dan cuenta de lo que perdieron por la transgresión, y
caen a los pies de aquellos a quienes despreciaron y ridiculizaron a
causa de su fidelidad, y confiesan que Dios los amaba.
Los hombres ven que fueron engañados. Se acusan unos a otros de
haberse arrastrado mutuamente a la destrucción; pero todos concuerdan
para abrumar a los ministros con la más amarga condenación. Los
pastores infieles profetizaron cosas lisonjeras; indujeron a sus
oyentes a menospreciar la ley de Dios y a perseguir a los que querían
santificarla. Ahora, en su desesperación, estos maestros confiesan
ante el mundo su obra de engaño. Las multitudes se llenan de furor.
"¡Estamos perdidos!—exclaman—y vosotros sois causa de nuestra
perdición;" y se vuelven contra los falsos pastores. Precisamente
aquellos que más los admiraban en otros tiempos pronunciarán contra
ellos las más terribles maldiciones. Las manos mismas que los
coronaron con laureles se levantarán para aniquilarlos. Las espadas
que debían servir para destruir al pueblo de Dios se emplean ahora
para matar a sus enemigos. Por todas partes hay luchas y derramamiento
de sangre.
"Alcanzará el estrépito hasta los fines de la tierra: porque Jehová
tiene una contienda con las naciones: entra en juicio con toda carne:
y en cuanto a los inicuos, los entregará a la espada." (Jeremías
25:31.) El gran conflicto siguió su curso durante seis mil años; el
Hijo de Dios y Sus mensajeros celestiales lucharon contra el poder del
maligno, para iluminar y salvar a los hijos de los hombres. Ahora
todos han tomado su resolución; los impíos se han unido enteramente a
Satanás en su guerra contra Dios. Ha llegado el momento en que Dios ha
de vindicar la autoridad de Su ley pisoteada. Ahora el conflicto no se
desarrolla tan solo contra Satanás, sino también contra los hombres.
"Jehová tiene una contienda con las naciones;" "y en cuanto a los
inicuos los entregará a la espada."
La marca de la redención ha sido puesta sobre los "que gimen y se
angustian a causa de todas las abominaciones que se hacen." Ahora sale
el ángel de la muerte representado en la visión de Ezequiel por los
hombres armados con instrumentos de destrucción, y a quienes se les
manda: "¡Al anciano, al joven, y a la doncella, y a los niños, y a las
mujeres, matadlos, hasta exterminarlos! mas no os lleguéis a ninguno
en quien esté la marca: ¡y comenzad desde Mi santuario!" Dice el
profeta: "Comenzaron pues por los ancianos que estaban delante de la
Casa." (Ezequiel 9:1-6.) La obra de destrucción empieza entre los que
profesaron ser guardianes espirituales del pueblo. Los falsos
centinelas caen los primeros. De nadie se tendrá piedad y ninguno
escapará. Hombres, mujeres, doncellas, y niños perecerán juntos.
"Jehová sale de Su lugar para castigar a los habitantes de la tierra
por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no
encubrirá más sus muertos." (Isaías 26:21.) "Y ésta será la plaga con
que herirá Jehová a todos los pueblos que hayan peleado contra
Jerusalem: Se les consumirán las carnes estando sobre sus pies, y los
ojos se les consumirán en sus cuencas, y se les consumirá la lengua en
su boca. Y sucederá en aquel día que habrá entre ellos una grande
consternación procedente de Jehová, y trabará cada cual la mano de su
prójimo; y la mano de éste se levantará contra la mano de su
compañero." (Zacarías 14:12, 13.) En la loca lucha de sus propias
desenfrenadas pasiones y debido al terrible derramamiento de la ira de
Dios sin mezcla de piedad, caen los impíos habitantes de la tierra:
sacerdotes, gobernantes y el pueblo en general, ricos y pobres,
grandes y pequeños. "Y los muertos por Jehová en aquel día estarán
tendidos de cabo a cabo de la tierra; no serán llorados, ni recogidos,
ni enterrados." (Jeremías 25:33.)
A la venida de Cristo los impíos serán borrados de la superficie de la
tierra, consumidos por el espíritu de Su boca y destruídos por el
resplandor de Su gloria. Cristo lleva a Su pueblo a la ciudad de Dios,
y la tierra queda privada de sus habitantes. "He aquí que Jehová
vaciará la tierra, y la dejará desierta, y cual vaso, la volverá boca
abajo, y dispersará sus habitantes." "La tierra será enteramente
vaciada y completamente saqueada; porque Jehová ha hablado esta
palabra." "Porque traspasaron la ley, cambiaron el estatuto, y
quebrantaron el pacto eterno. Por tanto la maldición ha devorado la
tierra, y los que habitan en ella son culpables: por tanto son
abrasados los habitantes de la tierra." Isaías 24:1, 3, 5, 6.
Toda la tierra tiene el aspecto desolado de un desierto. Las ruinas de
las ciudades y aldeas destruidas por el terremoto, los árboles
desarraigados, las rocas escabrosas arrojadas por el mar o arrancadas
de la misma tierra, están esparcidas por la superficie de ésta, al
paso que grandes cuevas señalan el sitio donde las montañas fueron
rasgadas desde sus cimientos.
Ahora se realiza el acontecimiento predicho por el último solemne
servicio del día de las expiaciones. Una vez terminado el servicio que
se cumplía en el lugar santísimo, y cuando los pecados de Israel
habían sido quitados del santuario por virtud de la sangre del
sacrificio por el pecado, entonces el macho cabrío emisario era
ofrecido vivo ante el Señor; y en presencia de la congregación el sumo
sacerdote confesaba sobre él "todas las iniquidades de los hijos de
Israel, y todas sus transgresiones, a causa de todos sus pecados,
cargándolos así sobre la cabeza del macho cabrío." Levítico 16:21.
Asimismo, cuando el servicio de propiciación haya terminado en el
santuario celestial, entonces, en presencia de Dios y de los santos
ángeles y de la hueste de los redimidos, los pecados del pueblo de
Dios serán puestos sobre Satanás; se le declarará culpable de todo el
mal que les ha hecho cometer. Y así como el macho cabrío emisario era
despachado a un lugar desierto, así también Satanás será desterrado en
la tierra desolada, sin habitantes y convertida en un desierto
horroroso.
El autor del Apocalipsis predice el destierro de Satanás y el estado
caótico y de desolación a que será reducida la tierra; y declara que
este estado de cosas subsistirá por mil años. Después de descritas las
escenas de la segunda venida del Señor y la destrucción de los impíos,
la profecía prosigue: "Y vi un ángel descender del cielo, que tenía la
llave del abismo, y una grande cadena en su mano. Y prendió al dragón,
aquella serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y le ató por
mil años; y arrojólo al abismo, y le encerró, y selló sobre él, porque
no engañe más a las naciones, hasta que mil años sean cumplidos: y
después de esto es necesario que sea desatado un poco de tiempo."
Apocalipsis 20:1-3.
Según se desprende de otros pasajes bíblicos, es de toda evidencia que
la expresión "abismo" se refiere a la tierra en estado de confusión y
tinieblas. Respecto a la condición de la tierra "en el principio," la
narración bíblica dice que "estaba desordenada y vacía; y las
tinieblas estaban sobre la haz del abismo." Génesis 1:2. Las profecías
enseñan que será reducida, en parte por lo menos, a ese estado.
Contemplando a través de los siglos el gran día de Dios, el profeta
Jeremías dice: "Miro hacia la tierra, y he aquí que está desolada y
vacía; también hacia los cielos miro, mas no hay luz en ellos. Miro
las montañas, y he aquí que están temblando, y todas las colinas se
conmueven. Miro, y he aquí que no parece hombre alguno, y todas las
aves del cielo se han fugado. Miro, y he aquí el campo fructífero
convertido en un desierto, y todas sus ciudades derribadas." Jeremías
4:23-26.
Aquí es donde, con sus malos ángeles, Satanás hará su morada durante
mil años. Limitado a la tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar
e incomodar a los que nunca cayeron. En este sentido es cómo está
atado: no queda nadie en quien pueda ejercer su poder. Le es del todo
imposible seguir en la obra de engaño y ruina que por tantos siglos
fue su único deleite.
El profeta Isaías, mirando hacia lo por venir, ve en lontananza el
tiempo en que Satanás será derrocado, y exclama: "¡Cómo caíste de los
cielos, oh Lucero, hijo de la aurora! ¡has sido derribado por tierra,
tú que abatiste las naciones! . . . Tú eres aquel que dijiste en tu
corazón: ¡Al cielo subiré; sobre las estrellas de Dios ensalzaré mi
trono!" "¡Seré semejante al Altísimo! ¡Pero ciertamente al infierno
serás abatido, a los lados del hoyo! Los que te vieren clavarán en ti
la vista, y de ti se cerciorarán, diciendo: ¿Es éste el varón que hizo
temblar la tierra, que sacudió los reinos; que convirtió el mundo en
un desierto, y destruyó sus ciudades; y a sus prisioneros nunca los
soltaba, para que volviesen a casa?" Isaías 14:12-17.
Durante seis mil años, la obra de rebelión de Satanás "hizo temblar la
tierra." El "convirtió el mundo en un desierto, y destruyó sus
ciudades; y a sus prisioneros nunca los soltaba, para que volviesen a
casa." Durante seis mil años, su prisión [la tumba] ha recibido al
pueblo de Dios, y lo habría tenido cautivo para siempre, si Cristo no
hubiese roto sus cadenas y libertado a los que tenía presos.
Hasta los malos se encuentran ahora fuera del poder de Satanás; y
queda solo con sus perversos ángeles para darse cuenta de los efectos
de la maldición originada por el pecado. "Los reyes de las naciones,
sí, todos ellos yacen con gloria cada cual en su propia casa [el
sepulcro]; ¡mas tú, arrojado estás fuera de tu sepulcro, como un
retoño despreciado! . . . No serás unido con ellos en sepultura;
porque has destruido tu tierra, has hecho perecer a tu pueblo." (Vers.
18-20.)
Durante mil años, Satanás andará errante de un lado para otro en la
tierra desolada, considerando los resultados de su rebelión contra la
ley de Dios. Todo este tiempo, padece intensamente. Desde su caída, su
vida de actividad continua sofocó en él la reflexión; pero ahora,
despojado de su poder, no puede menos que contemplar el papel que
desempeñó desde que se rebeló por primera vez contra el gobierno del
cielo, mientras que, tembloroso y aterrorizado, espera el terrible
porvenir en que habrá de expiar todo el mal que ha hecho y ser
castigado por los pecados que ha hecho cometer.
Para el pueblo de Dios, el cautiverio en que se verá Satanás será
motivo de contento y alegría. El profeta dice: "Y acontecerá en el día
que te haga descansar Jehová de tus penas y de tu aflicción, y de la
dura servidumbre con que te han hecho servir, que entonarás este
cántico triunfal respecto del rey de Babilonia [que aquí representa a
Satanás], y dirás: ¡Cómo ha cesado de sus vejaciones el opresor! . . .
Jehová ha hecho pedazos la vara de los inicuos, el cetro de los que
tenían el dominio; el cual hería los pueblos en saña, con golpe
incesante, y hollaba las naciones en ira, con persecución
desenfrenada." (Vers. 3-6.)
Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y
la segunda, se verificará el juicio de los impíos. El apóstol Pablo
señala este juicio como un acontecimiento que sigue al segundo
advenimiento. "No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el
Señor; el cual sacará a luz las obras encubiertas de las tinieblas, y
pondrá de manifiesto los propósitos de los corazones." 1 Corintios
4:5. Daniel declara que cuando vino el Anciano de días, "se dio el
juicio a los santos del Altísimo." Daniel 7:22. En ese entonces
reinarán los justos como reyes y sacerdotes de Dios. Juan dice en el
Apocalipsis: "Vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dado
juicio." "Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con El mil
años." Apocalipsis 20:4, 6. Entonces será cuando, como está predicho
por Pablo "los santos han de juzgar al mundo." 1 Corintios 6:2. Junto
con Cristo juzgan a los impíos, comparando sus actos con el libro de
la ley, la Biblia, y fallando cada caso en conformidad con los actos
que cometieron por medio de su cuerpo. Entonces lo que los malos
tienen que sufrir es medido según sus obras, y queda anotado frente a
sus nombres en el libro de la muerte.
También Satanás y los ángeles malos son juzgados por Cristo y Su
pueblo. Pablo dice: "¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?"
(Vers. 3.) Y Judas declara que "a los ángeles que no guardaron su
original estado, sino que dejaron su propia habitación, los ha
guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas, hasta el juicio del
gran día." Judas :6.
Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los
impíos serán resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución
del "juicio decretado." Así el escritor del Apocalipsis, después de
haber descrito la resurrección de los justos, dice: "Los otros muertos
no tornaron a vivir hasta que sean cumplidos mil años." Apocalipsis
20:5. E Isaías declara, con respecto a los impíos: "Serán juntados
como se juntan los presos en el calabozo, y estarán encerrados en la
cárcel; y después de muchos días serán sacados al suplicio." Isaías
24:22.
LA IMPORTANCIA DE LA BIBLIA
"Porque la profecía no fué en los tiempos pasados traída por voluntad
humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del
Espíritu Santo." 2 Pedro1:21.
"DIOS, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro
tiempo á los padres por los profetas," Hebreos 1:1.
"Porque las cosas que antes fueron escritas, para nuestra enseñanza
fueron escritas; para que por la paciencia, y por la consolación de
las Escrituras, tengamos esperanza." Romanos15:4.
"Lámpara es á mis pies tu palabra, Y lumbrera á mi camino."
Salmos119:105.
"Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad." Juan 17:17.
"¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme á esto, es porque
no les ha amanecido." Isaías 8:20.
"Sécase la hierba, cáese la flor: mas la palabra del Dios nuestro
permanece para siempre." Isaías 40:8.
"El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán." Mateo
24:35.
"Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para
redargüir, para corregir, para instituir en justicia, Para que el
hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruído para toda buena
obra.." 2 Timoteo 3:16-17
"La ley de Jehová es perfecta, que vuelve el alma: El testimonio de
Jehová, fiel, que hace sabio al pequeño. Los mandamientos de Jehová
son rectos, que alegran el corazón: El precepto de Jehová, puro, que
alumbra los ojos. El temor de Jehová, limpio, que permanece para
siempre; Los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Deseables son
más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y
que la que destila del panal. Tu siervo es además amonestado con
ellos: En guardarlos hay grande galardón." Salmos 19:7-11.
El Milenio Bíblico
Vivimos en los últimos dias de la historia. El fin de la vida, tal
como la conocemos, está por llegar. Muy pronto Jesús regresará.
Tenemos solamente un período de prueba–y eso es durante nuestra vida
presente. El milenio no será mil años de gloria y paz aquí en la
tierra. Tampoco será una era de progreso tecnológico o una "segunda
oportunidad" para el impío. No toda la humanidad será convertida
antes, durante, o después.Cristo y sus redimidos no estarán en la
tierra durante esos mil años.
Aquí está la verdad acerca del milenio y los eventos que marcan su
principio y su fin:
1 - Jesús regresará por su pueblo: él así nos prometió (Juan 14:1-3),
y podemos estar seguros que lo hará.
2 - Hay cuatro señales que identifican su segundo advenimiento las
cuales no pueden ser falsificadas por los falsos cristos: (1) El
vendrá de tal manera que todos los que estén vivos en la tierra lo
verán ( Apocalipsis 1:7; Hechos 1:9-11; Mateo 24:30, 23-27). (2) Todos
podrán escuchar su voz (Mateo 24: 31; 1 Tesalonicenses 4:16). (3)
Vendrá en gran gloria-su propia gloria y la de millones de ángeles que
vendrán con él (Lucas 9:26; Mateo 28:2-4; Mateo 25:31; Apocalipsis
6:14-17). (4) Vendrá inesperadamente (Mateo 24:44, 36).
3 - Su segunda venida marcará el comienzo del milenio. Se llevarán a
cabo seis eventos: (1) Resucitará a los justos (1 Tesalonicenses
4:16). (2) Arrebatará los justos vivos con los justos muertos–para
reunirse con él en las nubes (1 Tesalonicenses 4:17). (3) Cambiará sus
cuerpos viles a la semejanza de su cuerpo glorioso (Filipenses
3:20-21) y los transformará (1 Corintios 15:51-55; Isaías 25:9). (4)
Habiendo reunido a todos los justos (1 Tesalonicenses 4:17-18; Mateo
25:34-40; 24:30-31), llevará a sus redimidos al cielo (Juan 14:1-3;
17:24; 1 Tesalonicenses 4:16-18). Los impíos vivos serán destruidos
con el resplandor de su venida (Lucas 17:26-30; 2 Tesalonicenses 2:8).
(6) Satanás será encadenado a esta tierra ( Apocalipsis 20:2-3).
4 - Durante el milenio, la tierra quedará desolada (Apocalipsis 20:3;
Jeremías 4:23-26; Isaías 24:1, 3). Los impíos están muertos (2
Tesalonicenses 2:8), y no ha quedado ni un solo hombre (Isaías
24:20-22; Jeremías 4:25-26; 25:31-33). Satanás está encadenado en una
tierra desolada (Apocalipsis 20:1-3, y los justos están en el cielo
(Apocalipsis 20:4,6; Daniel 7:22) empeñados en la obra del juicio
(Apocalipsis 20:4; 1 Corintios 6:1-3; Hechos 24:25; Judas 6).
5 - Al fin del milenio, la Santa Ciudad desciende del cielo
(Apocalipsis 20:9; 21:1-5; Zacarías 14:4, 9), los impíos son
resucitados–esa es la "segunda resurrección" (Apocalipsis 20:5,
primera parte), y Satanás queda desencadenado para engañarlos otra vez
(Apocalipsis 20:7-8). Satanás y los malvados circundan la Ciudad para
tomarla (Apocalipsis 20:8-9). Todos los malos son destruidos
(Apocalipsis 20:9), y esta tierra es hecha de nuevo (Apocalipsis
21:1-5; 2 Pedro 3:10-14). Oh, si ya fuera hoy!