Satanás se ha propuesto atrapar a todo aquel que esté buscando el
cristianismo. Muchos son atrapados cada día, porque no se dan cuenta
cuáles son sus métodos.
Este capítulo nos muestra los aperos de Satanás, porque él tiene
decenas de ardides para destruir las almas, y pensar que algunas
personas ni se dan cuenta que tales herramientas existen. Aquí están
las sesenta y cinco trampas de Satanás.
LA GRAN controversia entre Cristo y Satanás, sostenida desde hace
cerca de seis mil años, está por terminar; y Satanás redobla sus
esfuerzos para hacer fracasar la obra de Cristo en beneficio del
hombre y para sujetar las almas en sus lazos. Su objeto consiste en
tener sumido al pueblo en las tinieblas y en la impenitencia hasta que
termine la obra mediadora del Salvador y no haya más sacrificio por el
pecado.
Cuando no se hace ningún esfuerzo especial para resistir a su poder,
cuando la indiferencia predomina en la iglesia y en el mundo, Satanás
está a su gusto, pues no corre peligro de perder a los que tiene
cautivos y a merced suya. Pero cuando la atención de los hombres se
fija en las cosas eternas y las almas se preguntan: "Qué debo yo hacer
para ser salvo?" él está pronto para oponer su poder al de Cristo y
para contrarrestar la influencia del Espíritu Santo.
Las Sagradas Escrituras declaran que en cierta ocasión, cuando los
ángeles de Dios vinieron para presentar
se ante el Señor, Satanás vino también con ellos Job 1:6, no para
postrarse ante el Rey eterno, sino para mirar por sus propios y
malévolos planes contra los justos. Con el mismo objeto está presente
allí donde los hombres se reúnen para adorar a Dios. Aunque invisible,
trabaja con gran diligencia, tratando de gobernar las mentes de los
fieles. Como hábil general que es, fragua sus planes de antemano.
Cuando ve al ministro de Dios escudriñar las Escrituras, toma nota del
tema que va a ser presentado a la congregación, y hace uso de toda su
astucia y pericia para arreglar las cosas de tal modo que el mensaje
de vida no llegue a aquellos a quienes está engañando precisamente
respecto del punto que se ha de tratar. Hará que la persona que más
necesite la admonición se vea apurada por algún negocio que requiera
su presencia, o impedida de algún otro modo de oír las palabras que
hubiesen podido tener para ella sabor de vida para vida.
Otras veces, Satanás ve a los siervos del Señor agobiados al comprobar
las tinieblas espirituales que envuelven a los hombres. Oye sus
ardientes oraciones, en que piden a Dios gracia y poder para sacudir
la indiferencia y la indolencia de las almas. Entonces despliega sus
artes con nuevo ardor. Tienta a los hombres para que cedan a la
glotonería o a cualquier otra forma de sensualidad, y adormece de tal
modo su sensibilidad que dejan de oír precisamente las cosas que más
necesitan saber.
Bien sabe Satanás que todos aquellos a quienes pueda inducir a
descuidar la oración y el estudio de las Sagradas Escrituras serán
vencidos por sus ataques. De aquí que invente cuanta estratagema le es
posible para tener las mentes distraídas. Siempre ha habido una
categoría de personas que profesan santidad, y que en lugar de
procurar crecer en el conocimiento de la verdad, hacen consistir su
religión en buscar alguna falta en el carácter de aquellos con quienes
no están de acuerdo, o algún error en su credo. Son los mejores
agentes de Satanás. Los acusadores de los hermanos no son pocos;
siempre son diligentes cuando Dios está obrando y cuando Sus hijos le
rinden verdadero homenaje. Son ellos los que dan falsa interpretación
a las palabras y acciones de los que aman la verdad y la obedecen.
Hacen pasar a los más serios, celosos y desinteresados siervos de
Cristo por engañados o engañadores. Su obra consiste en desnaturalizar
los móviles de toda acción buena y noble, en hacer circular
insinuaciones malévolas y despertar sospechas en las mentes poco
experimentadas. Harán cuanto sea imaginable porque aparezca lo que es
puro y recto como corrupto y de mala fe.
Pero nadie necesita dejarse engañar por ellos. Fácil es ver la
filiación que tienen, el ejemplo que siguen y la obra que realizan.
"Por sus frutos los conoceréis." Mateo 7:16. Su conducta se parece a
la de Satanás, el odioso calumniador, "el acusador de nuestros
hermanos." Apocalipsis 12: 10.
El gran seductor dispone de muchos agentes listos para presentar
cualquier error para engañar a las almas, herejías preparadas para
adaptarse a todos los gustos y capacidades de aquellos a quienes
quiere arruinar. Parte de su plan consiste en introducir en la iglesia
elementos irregenerados y faltos de sinceridad, elementos que fomenten
la duda y la incredulidad y sean un obstáculo para todos los que
desean ver adelantar la obra de Dios y adelantar con ella. Muchas
personas que no tienen verdadera fe en Dios ni en Su Palabra, aceptan
algún principio de verdad y pasan por cristianos; y así se hallan en
condición de introducir sus errores como si fueran doctrinas de las
Escrituras.
La teoría según la cual nada importa lo que los hombres creen, es uno
de los engaños que más éxito da a Satanás. Bien sabe él que la verdad
recibida con amor santifica el alma del que la recibe; de aquí que
trate siempre de substituirla con falsas teorías, con fábulas y con
otro evangelio. Desde un principio los siervos de Dios han luchado
contra los falsos maestros, no sólo porque eran hombres viciosos, sino
porque inculcaban errores fatales para el alma. Elías, Jeremías y
Pablo se opusieron
firme y valientemente a los que estaban apartando a los hombres de la
Palabra de Dios. Ese género de liberalidad que mira como cosa de poca
monta una fe religiosa clara y correcta no encontró aceptación entre
aquellos santos defensores de la verdad.
Las interpretaciones vagas y fantásticas de las Santas Escrituras, así
como las muchas teorías contradictorias respecto a la fe religiosa,
que se advierten en el mundo cristiano, son obra de nuestro gran
adversario, que trata así de confundir las mentes de suerte que no
puedan descubrir la verdad. Y la discordia y división que existen
entre las iglesias de la cristiandad se deben en gran parte a la
costumbre tan general de torcer el sentido de las Sagradas Escrituras
con el fin de apoyar alguna doctrina favorita. En lugar de estudiar
con esmero y con humildad de corazón la Palabra de Dios con el objeto
de llegar al conocimiento de Su voluntad, muchos procuran descubrir
algo curioso y original.
Con el fin de sostener doctrinas erróneas o prácticas anticristianas,
hay quienes toman pasajes de la Sagrada Escritura aislados del
contexto, no citan tal vez más que la mitad de un versículo para
probar su idea, y dejan la segunda mitad que quizá hubiese probado
todo lo contrario. Con la astucia de la serpiente se encastillan tras
declaraciones sin ilación, entretejidas de manera que favorezcan sus
deseos carnales. Es así como gran número de personas pervierten con
propósito deliberado la Palabra de Dios. Otros, dotados de viva
imaginación, toman figuras y símbolos de las Sagradas Escrituras y los
interpretan según su capricho, sin parar mientes en que la Escritura
declara ser su propio intérprete; y luego presentan sus extravagancias
como enseñanzas de la Biblia.
Siempre que uno se da al estudio de las Escrituras sin estar animado
de un espíritu de oración y humildad, susceptible de recibir
enseñanza, los pasajes más claros y sencillos, como los más difíciles,
serán desviados de su verdadero sentido. Los dirigentes papales
escogen en las Sagradas Escrituras los pasajes que mejor convienen a
sus propósitos, los interpretan a su modo y los presentan luego al
pueblo a quien rehúsan al mismo tiempo el privilegio de estudiar la
Biblia y de entender por sí mismos sus santas verdades. Toda la Biblia
debería serle dada al pueblo tal cual es. Más valiera que éste no
tuviese ninguna instrucción religiosa antes que recibir las enseñanzas
de las Santas Escrituras groseramente desnaturalizadas.
La Biblia estaba destinada a ser una guía para todos aquellos que
deseasen conocer la voluntad de su Creador. Dios dio a los hombres la
firme palabra profética; ángeles, y hasta el mismo Cristo, vinieron
para dar a conocer a Daniel y a Juan las cosas que deben acontecer en
breve. Las cosas importantes que conciernen a nuestra salvación no
quedaron envueltas en el misterio. No fueron reveladas de manera que
confundan y extravíen al que busca sinceramente la verdad. El Señor
dijo al profeta Habacuc: "Escribe la visión, y declárala , . . . para
que corra él que leyere en ella." Habacuc 2:2. (Valera) La Palabra de
Dios es clara para todos aquellos que la estudian con espíritu de
oración. Toda alma verdaderamente sincera alcanzará la luz de la
verdad. "Luz está sembrada para el justo." Salmo 97:11. Y ninguna
iglesia puede progresar en santidad si sus miembros no buscan
ardientemente la verdad como si fuera un tesoro escondido.
Los alardes de "liberalidad" ciegan a los hombres para que no vean las
asechanzas de su adversario, mientras que éste sigue trabajando sin
cesar y sin cansarse hasta cumplir sus designios. Conforme va
consiguiendo suplantar la Biblia por las especulaciones humanas, la
ley de Dios va quedando a un lado, y las iglesias caen en la
esclavitud del pecado, mientras pretenden ser libres.
Para muchos, las investigaciones científicas se han vuelto maldición.
Al permitir todo género de descubrimientos en las ciencias y en las
artes, Dios ha derramado sobre el mundo raudales de luz; pero aun los
espíritus más poderosos, si no son guiados en sus investigaciones por
la
Palabra de Dios, se extravían en sus esfuerzos por encontrar las
relaciones existentes entre la ciencia y la revelación.
Los conocimientos humanos, tanto en lo que se refiere a las cosas
materiales como a las espirituales, son limitados e imperfectos; de
aquí que muchos sean incapaces de hacer armonizar sus nociones
científicas con las declaraciones de las Sagradas Escrituras. Son
muchos los que dan por hechos científicos lo que no pasa de ser meras
teorías y especulaciones, y piensan que la Palabra de Dios debe ser
probada por las enseñanzas de "la falsamente llamada ciencia." 1
Timoteo 6:20. El Creador y sus obras les resultan incomprensibles; y
como no pueden explicarlos por las leyes naturales, consideran la
historia bíblica como si no mereciese fe. Los que dudan de la verdad
de las narraciones del Antiguo Testamento y del Nuevo, dan a menudo un
paso más y dudan de la existencia de Dios y atribuyen poder infinito a
la naturaleza. Habiendo perdido su ancla son arrastrados hacia las
rocas de la incredulidad.
Es así como muchos se alejan de la fe y son seducidos por el diablo.
Los hombres procuraron hacerse más sabios que su Creador; la filosofía
intentó sondear y explicar misterios que no serán jamás revelados en
el curso infinito de las edades. Si los hombres se limitasen a
escudriñar y comprender tan sólo lo que Dios les ha revelado respecto
de Sí Mismo y de Sus propósitos, llegarían a tal concepto de la
gloria, majestad y poder de Jehová, que se darían cuenta de su propia
pequeñez y se contentarían con lo que fue revelado para ellos y sus
hijos.
Una de las seducciones magistrales de Satanás consiste en mantener a
los espíritus de los hombres investigando y haciendo conjeturas sobre
las cosas que Dios no ha dado a conocer y que no quiere que
entendamos. Así fue como Lucifer perdió su puesto en el cielo. Se
indispuso porque no le fueron revelados todos los secretos de los
designios de Dios, y no se fijó en lo que le había sido revelado
respecto a su propia obra y al elevado puesto que le había sido
asignado. Al provocar el mismo descontento entre los ángeles que
estaban bajo sus órdenes, causó la caída de ellos. En nuestros días
trata de llenar las mentes de los hombres con el mismo espíritu y de
inducirlos además a despreciar los mandamientos directos de Dios.
Los que no quieren aceptar las verdades claras y contundentes de la
Biblia están siempre buscando fábulas agradables que tranquilicen la
conciencia. Mientras menos apelen a la espiritualidad, a la abnegación
y a la humildad las doctrinas presentadas, mayor es la aceptación de
que gozan. Esas personas degradan sus facultades intelectuales para
servir sus deseos carnales. Demasiado sabias en su propia opinión para
escudriñar las Santas Escrituras con contrición y pidiendo
ardientemente a Dios que las guíe, no tienen escudo contra el error.
Satanás está listo para satisfacer los deseos de sus corazones y poner
las seducciones en lugar de la verdad. Fue así como el papado
estableció su poder sobre los hombres; y al rechazar la verdad porque
entraña una cruz, los protestantes siguen el mismo camino. Todos
aquellos que descuiden la Palabra de Dios para procurar su comodidad y
conveniencia, a fin de no estar en desacuerdo con el mundo, serán
abandonados a su propia suerte y aceptarán herejías condenables que
considerarán como verdad religiosa. Los que rechacen voluntariamente
la verdad concluirán por aceptar todos los errores imaginables; y
alguno que mire con horror cierto engaño aceptará gustosamente otro.
El apóstol Pablo, hablando de una clase de hombres que "no admitieron
el amor de la verdad, para que fuesen salvos," declara: "Por esto,
Dios les envía la eficaz operación de error, a fin de que crean a la
mentira; para que sean condenados todos aquellos que no creen a la
verdad, sino que se complacen en la injusticia." 2 Tesalonicenses
2:10-12. En vista de semejante advertencia nos incumbe ponernos en
guardia con respecto a las doctrinas que recibimos.
Entre las trampas más temibles del gran seductor figuran las
enseñanzas engañosas y los fementidos milagros del espiritismo.
Disfrazado como ángel de luz, el enemigo tiende sus redes donde menos
se espera. Si tan sólo los hombres quisieran estudiar el Libro de Dios
orando fervientemente por comprenderlo, no serían dejados en las
tinieblas para recibir doctrinas falsas. Pero como rechazan la verdad,
resultan presa fácil para la seducción.
Otro error peligroso es el de la doctrina que niega la divinidad de
Cristo, y asevera que El no existió antes de Su venida a este mundo.
Esta teoría encuentra aceptación entre muchos que profesan creer en la
Biblia; y sin embargo contradice las declaraciones más positivas de
nuestro Salvador respecto a Sus relaciones con el Padre, a Su divino
carácter y a Su preexistencia. Esta teoría no puede ser sostenida sino
violentando el sentido de las Sagradas Escrituras del modo más
incalificable. No sólo rebaja nuestro concepto de la obra de
redención, sino que también socava la fe en la Biblia como revelación
de Dios. Al par que esto hace tanto más peligrosa dicha teoría la hace
también más difícil de combatir. Si los hombres rechazan el testimonio
que dan las Escrituras inspiradas acerca de la divinidad de Cristo,
inútil es querer argumentar con ellos al respecto, pues ningún
argumento, por convincente que fuese, podría hacer mella en ellos. "El
hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque le son
insensatez; ni las puede conocer, por cuanto se disciernen
espiritualmente." 1 Corintios 2:14. Ninguna persona que haya aceptado
este error, puede tener justo concepto del carácter o de la misión de
Cristo, ni del gran plan de Dios para la redención del hombre.
Otro error sutil y perjudicial que se está difundiendo rápidamente,
consiste en creer que Satanás no es un ser personal; que su nombre se
emplea en las Sagradas Escrituras únicamente para representar los
malos pensamientos y deseos de los hombres.
La enseñanza tan generalmente proclamada desde los púlpitos, de que el
segundo advenimiento de Cristo se realiza a la muerte de cada
individuo, es una estratagema que tiene por objeto distraer la
atención de los hombres de la venida personal del Señor en las nubes
del cielo. Hace años que Satanás ha estado diciendo: "He aquí . . .
está . . . en las cámaras" Mateo 24:23-26, y muchas almas se han
perdido por haber aceptado este engaño.
Por otra parte la sabiduría mundana enseña que la oración no es de
todo punto necesaria. Los hombres de ciencia declaran que no puede
haber respuesta real a las oraciones; que esto equivaldría a una
violación de las leyes naturales, a todo un milagro, y que los
milagros no existen. Dicen que el universo está gobernado por leyes
inmutables y que Dios mismo no hace nada contrario a esas leyes. Así
representan a Dios ligado por Sus propias leyes; como si la operación
de las leyes divinas excluyese la libertad divina. Tal enseñanza se
opone al testimonio de las Sagradas Escrituras. ¿Acaso Cristo y Sus
apóstoles no hicieron milagros? El mismo Salvador compasivo vive en
nuestros días, y está tan dispuesto a escuchar la oración de la fe
como cuando andaba en forma visible entre los hombres. Lo natural
coopera con lo sobrenatural. Forma parte del plan de Dios concedernos,
en respuesta a la oración hecha con fe, lo que no nos daría si no se
lo pidiésemos así.
Innumerables son las doctrinas erróneas y las ideas fantásticas que
imperan en el seno de las iglesias de la cristiandad. Es imposible
calcular los resultados deplorables que acarrea la eliminación de una
sola verdad de la Palabra de Dios. Pocos son los que, habiéndose
aventurado a hacer cosa semejante, se contentan con rechazar lisa y
llanamente una sencilla verdad. Los más siguen rechazando uno tras
otro los principios de la verdad, hasta que se convierten en
verdaderos incrédulos.
Los errores de la teología hoy de moda han lanzado al escepticismo a
muchas almas que de otro modo habrían creído en las Escrituras. Es
imposible para ellas aceptar doctrinas que hieren sus sentimientos de
justicia, misericordia y benevolencia; y como tales doctrinas les son
presentadas como enseñadas por la Biblia, rehúsan recibirla como
Palabra de Dios.
Y ése es el objeto que Satanás trata de conseguir. Nada desea él tanto
como destruir la confianza en Dios y en Su Palabra. Satanás se
encuentra al frente de los grandes ejércitos de los que dudan, y
trabaja con inconcebible energía para seducir a las almas y atraerlas
a sus filas. La duda está de moda hoy. Una clase muy numerosa de
personas mira la Palabra de Dios con la misma desconfianza con que fue
mirado Su Autor: porque ella reprueba y condena el pecado. Los que no
desean obedecer a las exigencias de ella tratan de echar por tierra Su
autoridad. Si leen la Biblia o escuchan sus enseñanzas proclamadas
desde el púlpito es tan sólo para encontrar errores en las Santas
Escrituras o en el sermón. No son pocos los que se vuelven incrédulos
para justificarse o para disculpar su descuido del deber. Otros
adoptan principios escépticos por orgullo e indolencia. Por demás
amigos de su comodidad para distinguirse ejecutando cosa alguna digna
de honor y que exija esfuerzos y abnegación, aspiran a hacerse una
reputación de sabiduría superior criticando la Biblia. Hay muchas
cosas que el espíritu limitado del hombre que no ha sido alumbrado por
la sabiduría divina, es incapaz de comprender; y así encuentran motivo
para criticar. Son muchos los que parecen creer que es una virtud
colocarse del lado de la duda, del escepticismo y de la incredulidad.
Pero no dejará de advertirse que bajo una apariencia de candor y
humildad, los móviles de estas personas son la confianza en sí mismas
y el orgullo. Muchos se deleitan en buscar en las Sagradas Escrituras
algo que confunda las mentes de los demás. Y hasta hay quienes
empiezan a criticar y a argumentar contra la verdad por el mero gusto
de discutir. No se dan cuenta de que al obrar así se están enredando a
sí mismos en el lazo del cazador. Efectivamente, habiendo expresado
abiertamente sentimientos de incredulidad, consideran que deben
conservar sus posiciones. Y así es como se unen con los impíos y se
cierran las puertas del paraíso.
Dios ha dado en Su Palabra pruebas suficientes del divino origen de
ella. Las grandes verdades que se relacionan con nuestra redención
están presentadas en ella con claridad. Con la ayuda del Espíritu
Santo que se promete a todos los que lo pidan con sinceridad, cada
cual puede comprender estas verdades por sí mismo. Dios ha dado a los
hombres un fundamento firme en que cimentar su fe.
Con todo, la inteligencia limitada de los hombres resulta inadecuada
para comprender los planes del Dios infinito. Nuestras investigaciones
no nos harán descubrir jamás las profundidades de Dios. No debemos
intentar con mano presuntuosa levantar el velo que encubre Su
majestad. El apóstol exclama: "¡Cuán incomprensibles son Sus juicios,
e inescrutables Sus caminos!" Romanos 11:33. No obstante podemos
comprender lo bastante Su modo de tratar con nosotros y los motivos
que Le hacen obrar como obra, para reconocer un amor y una
misericordia infinitos unidos a un poder sin límites. Nuestro Padre
celestial dirige todas las cosas con sabiduría y justicia, y no
debemos vivir descontentos ni desconfiados, sino inclinarnos en
reverente sumisión. El nos revelará Sus designios en la medida en que
Su conocimiento sea para nuestro bien, y en cuanto a lo demás debemos
confiar en Aquel cuya mano es omnipotente y cuyo corazón rebosa de
amor.
Si bien es cierto que Dios ha dado pruebas evidentes para la fe, El no
quitará jamás todas las excusas que pueda haber para la incredulidad.
Todos los que buscan motivos de duda los encontrarán. Y todos los que
rehúsan aceptar la Palabra de Dios y obedecerla antes que toda
objeción haya sido apartada y que no se encuentre más motivo de duda,
no llegarán jamás a la luz.
La desconfianza hacia Dios es producto natural del corazón
irregenerado, que está en enemistad con El. Pero la fe es inspirada
por el Espíritu Santo y no florecerá más que a medida que se la
fomente. Nadie puede robustecer su fe sin un esfuerzo determinado. La
incredulidad también se robustece a medida que se la estimula; y si
los hombres, en lugar de meditar en las evidencias que Dios les ha
dado para sostener su fe, se permiten ponerlo todo en tela de juicio y
entregarse a cavilaciones, verán confirmarse más y más sus dudas.
Pero los que dudan de las promesas de Dios y desconfían de las
seguridades de su gracia, le deshonran; y su influencia, en lugar de
atraer a otros hacia Cristo, tiende a apartarlos de él; son como los
árboles estériles que extienden a lo lejos sus tupidas ramas, las
cuales privan de la luz del sol a otras plantas y hacen que éstas
languidezcan y mueran bajo la fría sombra. La carrera de esas personas
resultará como un acto continuo de acusación contra ellas. Las
semillas de duda y escepticismo que están propagando producirán
infaliblemente su cosecha.
No hay más que una línea de conducta que puedan seguir los que desean
sinceramente librarse de las dudas. En lugar de ponerlo todo en tela
de juicio y de entregarse a cavilaciones acerca de cosas que no
entienden, presten atención a la luz que ya está brillando en ellos y
recibirán aún más luz. Cumplan todo deber que su inteligencia ha
entendido y así se pondrán en condición de comprender y realizar
también los deberes respecto a los cuales les quedan dudas.
Satanás puede presentar una impostura tan parecida a la verdad, que
engañe a todos los que están dispuestos a ser engañados y que
retroceden ante la abnegación y los sacrificios reclamados por la
verdad; pero no puede de ningún modo retener en su poder una sola alma
que desee sinceramente y a todo trance conocer la verdad. Cristo es la
verdad y "la luz verdadera, que alumbra a todo hombre que viene a este
mundo." (S. Juan 1:9.) El espíritu de verdad ha sido enviado para
guiar a los hombres en toda verdad. Y la siguiente declaración ha sido
hecha bajo la autoridad del Hijo de Dios: "Buscad, y hallaréis." "El
que quisiere hacer su voluntad [del Padre, conocerá de la doctrina."
(S. Mateo 7:7; S. Juan 7:17.)
Los discípulos de Cristo saben muy poco de las tramas que Satanás y
sus huestes urden contra ellos. Pero el que está sentado en los cielos
hará servir todas esas maquinaciones para el cumplimiento de sus altos
designios. Si el Señor permite que su pueblo pase por el fuego de la
tentación, no es porque se goce en sus penas y aflicciones, sino
porque esas pruebas son necesarias para su victoria final. El no
podría, en conformidad con su propia gloria, preservarlo de la
tentación; pues el objeto de la prueba es precisamente prepararlo para
resistir a todas las seducciones del mal.
Ni los impíos ni los demonios pueden oponerse a la obra de Dios o
privar de su presencia a su pueblo, siempre que éste quiera con
corazón sumiso y contrito confesar y abandonar sus pecados y aferrarse
con fe a las promesas divinas. Toda tentación, toda influencia
contraria, ya manifiesta o secreta, puede ser resistida
victoriosamente: "¡No por esfuerzo, ni con poder, sino por mi
Espíritu! dice Jehová de los Ejércitos." (Zacarías 4:6.)
"Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus
oraciones.... ¿Y quién es aquel que os podrá dañar, si vosotros seguís
el bien?" (1Pedro 3:12, 13.) Cuando Balaam, tentado por la promesa de
ricos regalos, recurrió a encantamientos contra Israel, y quiso por
medio de sacrificios ofrecidos al Señor, invocar una maldición sobre
su pueblo, el Espíritu de Dios se opuso a la maldición que el profeta
apóstata trataba de pronunciar y éste se vio obligado a exclamar:
"¿Cómo maldeciré a quien no ha maldecido Dios? ¿y cómo derramaré
imprecaciones donde no las ha derramado Jehová? "¡Muera yo de la
muerte de los justos, y sea mi postrimería como la suya!" Después de
haber ofrecido otro sacrificio, el profeta impío dijo: "He aquí que yo
he recibido comisión para bendecir; sí, él ha bendecido, y no podré yo
revocarlo. El no ha reparado la iniquidad en Jacob y no ha mirado la
perversidad en Israel. Jehová su Dios está con él; y en medio de él
suenan vítores de rey." "Que no hay hechizo contra Jacob, ni hay
adivinación contra Israel. A su tiempo será dicho de Jacob y de
Israel: ¡ Mirad lo que ha hecho Dios!" No obstante se levantaron
altares por tercera v ez, y Balaam volvió a hacer un nuevo esfuerzo
para maldecir a Israel.
Pero, por los labios rebeldes del profeta, el Espíritu de Dios anunció
la prosperidad de su pueblo escogido y censuró la locura y maldad de
sus enemigos: "¡Sean benditos los que te bendicen, y malditos los que
te maldicen!" (Números 23:8, 10, 20, 21, 23; 24:9.)
En aquel tiempo el pueblo de Israel era fiel a Dios; y mientras
siguiera obedeciendo a su ley, ningún poder de la tierra o del
infierno había de prevalecer contra él. Pero la maldición que no se le
permitió a Balaam pronunciar contra el pueblo de Dios, él al fin
consiguió atraerla sobre dicho pueblo arrastrándolo al pecado. Al
quebrantar Israel los mandamientos de Dios, se separó de él y fue
abandonado al poder del destructor.
Satanás sabe muy bien que el alma más débil pero que permanece en
Jesús puede más que todas las huestes de las tinieblas, y que si se
presentase abiertamente se le haría frente y se le resistiría. Por
esto trata de atraer a los soldados de la cruz fuera de su baluarte,
mientras que él mismo permanece con sus fuerzas en emboscada, listo
para destruir a todos aquellos que se aventuren a entrar en su
territorio. Sólo podemos estar seguros cuando confiamos humildemente
en Dios y obedecemos todos sus mandamientos.
Nadie que no ore puede estar seguro un solo día o una sola hora.
Debemos sobre todo pedir al Señor que nos dé sabiduría para comprender
su Palabra. En ella es donde están puestos de manifiesto los
artificios del tentador y las armas que se le pueden oponer con éxito.
Satanás es muy hábil para citar las Santas Escrituras e interpretar
pasajes a su modo, con lo que espera hacernos tropezar. Debemos
estudiar la Biblia con humildad de corazón, sin perder jamás de vista
nuestra dependencia de Dios. Y mientras estemos en guardia contra los
engaños de Satanás debemos orar con fe diciendo: "No nos dejes caer en
tentación."
ESPIRITISMO
"No os volváis á los encantadores y á los adivinos: no los consultéis
ensuciándoos con ellos: Yo Jehová vuestro Dios." Leviticos 19:31.
"Y llegarme he á vosotros á juicio; y seré pronto testigo contra los
hechiceros." Malaquias 3:5.
"Y vosotros no prestéis oído á vuestros profetas, ni á vuestros
adivinos, ni á vuestros sueños, ni á vuestros agoreros, ni á vuestros
encantadores, que os hablan diciendo: No serviréis al rey de
Babilonia. Porque ellos os profetizan mentira, para haceros alejar de
vuestra tierra, y para que yo os arroje y perezcáis." Jeramias
27:9-10
"Y el hombre ó la mujer en quienes hubiere espíritu phitónico ó de
adivinación, han de ser muertos: los apedrearán con piedras; su sangre
sobre ellos." Leviticos 20:27.
"Y si os dijeren: Preguntad á los pythones y á los adivinos, que
susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo á su Dios?
¿Apelará por los vivos á los muertos?" Isaías:8:19.
"Amados, no creáis á todo espíritu, sino probad los espíritus si son
de Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo." 1
Juan:4:1.
"Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se transfigura en ángel de
luz. Así que, no es mucho si también sus ministros se transfiguran
como ministros de justicia; cuyo fin será conforme á sus obras." 2
Corintios 11:14-15.
"Idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías," Gal:5:20.
"Y acaeciere la señal ó prodigio que él te dijo, diciendo: Vamos en
pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; No darás oído á
las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños: porque
Jehová vuestro Dios os prueba, para saber si amáis á Jehová vuestro
Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma." Deuterinomio
13:2.
"Porque los que viven saben que han de morir: mas los muertos nada
saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido."
Eclesiastés 9:5.