Si Satanás pudiera, borraría a todos los cristianos de la faz de la
tierra. Si pudiera, nos borraría a todos, también. Con tantos ángeles
caídos para cumplir sus mandatos, y con un cerebro mas avanzado que el
nuestro, no podemos competir con su poder y su astucia.
Pero en Cristo tenemos el poder necesario. Nuestro peligro está en no
reconocer la fuerza y el número de las huestes de Satanás–y así
pensamos que estamos seguros. No corremos hacia Cristo, cada momento,
para recibir la ayuda necesaria.
LA RELACIÓN entre el mundo visible y el invisible, el ministerio de
los ángeles de Dios y la influencia o intervención de los espíritus
malos, son asuntos claramente revelados en las Sagradas Escrituras y
como indisolublemente entretejidos con la historia humana. Nótase en
nuestros días una tendencia creciente a no creer en la existencia de
los malos espíritus, mientras que por otro lado muchas personas ven
espíritus de seres humanos difuntos en los santos ángeles, que son
"enviados para" servir a "los que han de heredar la salvación."
Hebreos 1:14. Pero las Escrituras no sólo enseñan la existencia de los
ángeles, tanto buenos como malos, sino que contienen pruebas
terminantes de que éstos no son espíritus desencarnados de hombres que
hayan dejado de existir.
Antes de la creación del hombre, había ya ángeles; pues cuando los
cimientos de la tierra fueron echados, a una "las estrellas todas del
alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios." Job 38:7.
Después de la caída del hombre, fueron enviados ángeles para guardar
el árbol de la vida, y esto antes que ningún ser humano hubiese
fallecido. Los ángeles son por naturaleza superiores al hombre, pues
el salmista refiriéndose a éste, dice: "Algo menor lo hiciste que los
ángeles." Salmo 8:6, (V. B.-Cantera, vers. 5 en V. Valera.)
Las Santas Escrituras nos dan información acerca del número, del poder
y de la gloria de los seres celestiales, de su relación con el
gobierno de Dios y también con la obra de redención. "Jehová afirmó en
los cielos Su trono, y Su reino domina sobre todos." Y el profeta
dice: "Oí voz de muchos ángeles alrededor del trono." Ellos sirven en
la sala del trono del Rey de los reyes—"ángeles, poderosos en
fortaleza," "ministros Suyos," que hacen "Su voluntad," "obedeciendo a
la voz de Su precepto." Salmo 103:19-21; Apocalipsis 5:11. Millones de
millones y millares de millares era el número de los mensajeros
celestiales vistos por el profeta Daniel. El apóstol Pablo habla de
"las huestes innumerables de ángeles." Hebreos 12:22. Como mensajeros
de Dios, iban y volvían "a semejanza de relámpagos" Ezequiel 1:14, tan
deslumbradora es su gloria y tan veloz su vuelo. El ángel que apareció
en la tumba del Señor, y cuyo "aspecto era como un relámpago, y su
vestido blanco como la nieve," hizo que los guardias temblaran de
miedo y quedaran "como muertos." Mateo 28:3, 4. Cuando Senaquerib, el
insolente monarca asirio, blasfemó e insultó a Dios y amenazó destruir
a Israel, "aconteció que en aquella misma noche salió un ángel de
Jehová, e hirió en el campamento de los Asirios ciento ochenta y cinco
mil hombres." El ángel "destruyó a todos los hombres fuertes y
valerosos, con los príncipes y los capitanes" del ejército de
Senaquerib, quien "volvió con rostro avergonzado a su propia tierra."
2 Reyes 19:35; 2 Crónicas 32:21.
Los ángeles son enviados a los hijos de Dios con misiones de
misericordia. Visitaron a Abrahán con promesas de bendición; al justo
Lot, para rescatarle de las llamas de Sodoma; a Elías, cuando estaba
por morir de cansancio y hambre en el desierto; a Eliseo, con carros y
caballos de fuego que circundaban la pequeña ciudad donde estaba
encerrado por sus enemigos; a Daniel, cuando imploraba la sabiduría
divina en la corte de un rey pagano, o en momentos en que iba a ser
presa de los leones; a Pedro, condenado a muerte en la cárcel de
Herodes; a los presos de Filipos; a Pablo y a sus compañeros, en la
noche tempestuosa en el mar; a Cornelio, para hacerle comprender el
Evangelio; a Pedro, para mandarlo con el mensaje de salvación al
extranjero gentil. Así fue como, en todas las edades, los santos
ángeles ejercieron su ministerio en beneficio del pueblo de Dios.
Cada discípulo de Cristo tiene su ángel guardián respectivo. Estos
centinelas celestiales protegen a los justos del poder del maligno.
Así lo reconoció el mismo Satanás cuando dijo: "¿Teme Job a Dios de
balde? ¿No le has Tú cercado a él, y a su casa, y a todo lo que tiene
en derredor?" Job 1:9, 10. El medio de que Dios se vale para proteger
a Su pueblo está indicado en las palabras del salmista: "El ángel de
Jehová acampa en derredor de los que Le temen, y los defiende." Salmo
34:7. Hablando de los que creen en El, el Salvador dijo: "Mirad no
tengáis en poco a alguno de estos pequeños; porque os digo que sus
ángeles en los cielos ven siempre la faz de Mi Padre." Mateo 18:10.
Los ángeles encargados de atender a los hijos de Dios tienen a toda
hora acceso cerca de El.
Así que, aunque expuesto al poder engañoso y a la continua malicia del
príncipe de las tinieblas y en conflicto con todas las fuerzas del
mal, el pueblo de Dios tiene siempre asegurada la protección de los
ángeles del cielo. Y esta protección no es superflua. Si Dios concedió
a Sus hijos promesa de gracia y amparo, es porque deben hacer frente a
las temibles potestades del mal, potestades múltiples, audaces e
incansables, cuya malignidad y poder nadie puede ignorar o despreciar
impunemente.
Los espíritus malos, creados en un principio sin pecado, eran iguales,
por naturaleza, poder y gloria, a los seres santos que son ahora
mensajeros de Dios. Pero una vez caídos por el pecado, se coligaron
para deshonrar a Dios y acabar con los hombres. Unidos con Satanás en
su rebeldía y arrojados del cielo con él, han sido desde entonces, en
el curso de los siglos, sus cómplices en la guerra empeñada contra la
autoridad divina. Las Sagradas Escrituras nos hablan de su unión y de
su gobierno, de sus diversas órdenes, de su inteligencia y astucia,
como también de sus propósitos malévolos contra la paz y la felicidad
de los hombres.
La historia del Antiguo Testamento menciona a veces su existencia y su
actuación; pero fue durante el tiempo que Cristo estuvo en la tierra
cuando los espíritus malos dieron las más sorprendentes pruebas de su
poder. Cristo había venido para cumplir el plan ideado para la
redención del hombre, y Satanás resolvió afirmar su derecho para
gobernar al mundo. Había logrado implantar la idolatría en toda la
tierra, menos en Palestina. Cristo vino a derramar la luz del cielo
sobre el único país que no se había sometido al yugo del tentador. Dos
poderes rivales pretendían la supremacía. Jesús extendía Sus brazos de
amor, invitando a todos los que querían encontrar en El perdón y paz.
Las huestes de las tinieblas vieron que no poseían un poder ilimitado,
y comprendieron que si la misión de Cristo tenía éxito, pronto
terminaría su reinado. Satanás se enfureció como león encadenado y
desplegó atrevidamente sus poderes tanto sobre los cuerpos como sobre
las almas de los hombres.
Que ciertos hombres hayan sido poseídos por demonios está claramente
expresado en el Nuevo Testamento. Las personas afligidas de tal suerte
no sufrían únicamente de enfermedades cuyas causas eran naturales.
Cristo tenía conocimiento perfecto de aquello con que tenía que
habérselas, y reconocía la presencia y acción directas de los
espíritus malos.
Ejemplo sorprendente de su número, poder y malignidad, como también
del poder misericordioso de Cristo, lo encontramos en el relato de la
curación de los endemoniados de Gádara. Aquellos pobres desaforados,
que burlaban toda restricción y se retorcían, echando espumarajos por
la boca, enfurecidos, llenaban el aire con sus gritos, se maltrataban
y ponían en peligro a cuantos se acercaban a ellos. Sus cuerpos
cubiertos de sangre y desfigurados, sus mentes extraviadas,
presentaban un espectáculo de los más agradables para el príncipe de
las tinieblas. Uno de los demonios que dominaba a los enfermos,
declaro: "Legión me llamo; porque somos muchos." (S. Marcos 5:9.) En
el ejército romano una legión se componía de tres a cinco mil hombres.
Las huestes de Satanás están también organizadas en compañías, y la
compañía a la cual pertenecían estos demonios correspondía ella sola
en número por lo menos a una legión.
Al mandato de Jesús, los espíritus malignos abandonaron sus víctimas,
dejándolas sentadas en calma a los pies del Señor, sumisas,
inteligentes y afables. Pero a los demonios se les permitió despeñar
una manada de cerdos en el mar; y los habitantes de Gádara, estimando
de más valor sus puercos que las bendiciones que Dios había concedido,
rogaron al divino Médico que se alejara. Tal era el resultado que
Satanás deseaba conseguir. Echando la culpa de la pérdida sobre Jesús,
despertó los temores egoístas del pueblo, y les impidió escuchar sus
palabras. Satanás acusa continuamente a los cristianos de ser causa de
pérdidas, desgracias y padecimientos, en lugar de dejar recaer el
oprobio sobre quienes lo merecen, es decir, sobre Si mismo y sus
agentes.
Pero los propósitos de Cristo no quedaron frustrados. Permitió a los
espíritus malignos que destruyesen la manada de cerdos, como censura
contra aquellos judíos que, por amor al lucro, criaban esos animales
inmundos. Si Cristo no hubiese contenido a los demonios, habrían
precipitado al mar no sólo los cerdos sino también a los dueños y
porqueros. La inmunidad de éstos fue tan sólo debida a la intervención
misericordiosa de Jesús. Por otra parte, el suceso fue permitido para
que los discípulos viesen el poder malévolo de Satanás sobre hombres y
animales, pues quería que sus discípulos conociesen al enemigo al que
iban a afrontar, para que no fuesen engañados y vencidos por sus
artificios. Quería, además, que el pueblo de aquella región viese que
él, Jesús, tenía el poder de romper las ligaduras de Satanás y
libertar a sus cautivos. Y aunque Jesús se alejó, los hombres tan
milagrosamente libertados quedaron para proclamar la misericordia de
su Bienhechor.
Las Escrituras encierran otros ejemplos semejantes. La hija de la
mujer sirofenicia estaba atormentada de un demonio al que Jesús echó
fuera por su palabra. (S. Marcos 7:26-30.) "Un endemoniado, ciego y
mudo" (S. Mateo 12:22); un joven que tenía un espíritu mudo, que a
menudo le arrojaba "en el fuego y en aguas, para matarle" (S. Marcos
9:17-27); el maníaco que, atormentado por el "espíritu de un demonio
inmundo" (S. Lucas 4:33-36), perturbaba la tranquilidad del Sábado en
la sinagoga de Capernaúm—todos ellos fueron curados por el compasivo
Salvador. En casi todos los casos Cristo se dirigía al demonio como a
un ser inteligente, ordenándole salir de su víctima y no atormentarla
más. Al ver su gran poder, los adoradores reunidos en Capernaúm se
asombraron, "y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es ésta?
que con autoridad y potencia manda a los espíritus inmundos, y salen."
(S. Lucas 4:36.)
Se representa uno generalmente aquellos endemoniados como sometidos a
grandes padecimientos; sin embargo había excepciones a esta regla. Con
el fin de obtener poder sobrenatural, algunas personas se sometían
voluntariamente a la influencia satánica. Estas, por supuesto, no
entraban en conflicto con los demonios. A esta categoría pertenecen
los que poseían el espíritu de adivinación, como los magos Simón y
Elimas y la joven adivina que siguió a Pablo y a Silas en Filipos.
Nadie está en mayor peligro de caer bajo la influencia de los
espíritus malos que los que, a pesar del testimonio directo y positivo
de las Sagradas Escrituras, niegan la existencia e intervención del
diablo y de sus ángeles. Mientras ignoremos sus astucias, ellos nos
llevan notable ventaja; y muchos obedecen a sus sugestiones creyendo
seguir los dictados de su propia sabiduría.
Esta es la razón por la cual a medida que nos acercamos al fin del
tiempo, cuando Satanás obrará con la mayor energía para engañar y
destruir, él mismo propaga por todas partes la creencia de que no
existe. Su política consiste en esconderse y obrar solapadamente.
No hay nada que el gran seductor tema tanto como el que nos demos
cuenta de sus artimañas. Para mejor disfrazar su carácter y encubrir
sus verdaderos propósitos, se ha hecho representar de modo que no
despierte emociones más poderosas que las del ridículo y del
desprecio. Le gusta que lo pinten deforme o repugnante, mitad animal
mitad hombre. Le agrada oírse nombrar como objeto de diversión y de
burla por personas que se creen inteligentes e instruidas.
Precisamente por haberse enmascarado con habilidad consumada es por lo
que tan a menudo se oye preguntar: "¿Existe en realidad ente
semejante?" Prueba evidente de su éxito es la aceptación general de
que gozan entre el público religioso ciertas teorías que niegan los
testimonios más positivos de las Sagradas Escrituras. Y es porque
Satanás puede dominar tan fácilmente los espíritus de las personas
inconscientes de su influencia, por lo que la Palabra de Dios nos da
tantos ejemplos de su obra maléfica, nos revela sus fuerzas ocultas y
nos pone así en guardia contra sus ataques.
El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste podrían alarmarnos
con razón, si no fuera por el apoyo y salvación que podemos encontrar
en el poder superior de nuestro Redentor. Proveemos cuidadosamente
nuestras casas con cerrojos y candados para proteger nuestros bienes y
nuestras vidas contra los malvados; pero rara vez pensamos en los
ángeles malos que tratan continuamente de llegar hasta nosotros, y
contra cuyos ataques no contamos en nuestras propias fuerzas con
ningún medio eficaz de defensa. Si se les dejara, nos trastornarían la
razón, nos desquiciarían y torturarían el cuerpo, destruirían nuestras
propiedades y nuestras vidas. Sólo se deleitan en el mal y en la
destrucción. Terrible es la condición de los que resisten a las
exigencias de Dios y ceden a las tentaciones de Satanás, hasta que
Dios los abandona al poder de los espíritus malignos. Pero los que
siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección. Angeles de
gran poder son enviados del cielo para ampararlos. El maligno no puede
forzar la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo.
ANGELES CAIDOS
"Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra
principados, contra potestades, contra señores del mundo, gobernadores
de estas tinieblas, contra malicias espirituales en los aires."
Efesios:6:12.
"Porque si Dios no perdonó á los ángeles que habían pecado, sino que
habiéndolos despeñado en el infierno con cadenas de oscuridad, los
entregó para ser reservados al juicio." 2 Pedro 2:4.
"En los cuales el dios de este siglo cegó los entendimientos de los
incrédulos." 2 Corintios 4:4.
"Ya no hablaré mucho con vosotros: porque viene el príncipe de este
mundo; mas no tiene nada en mí." Juan:14:30.
"Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo, cual
león rugiente, anda alrededor buscando á quien devore." 1 Pedro
5:8.
"Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los
moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido á
vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo."
Apocalipsis 12:12.
"Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido
para zarandaros como á trigo; Mas yo he rogado por ti que tu fe no
falte: . . . Y él le dijo: Señor, pronto estoy á ir contigo aun á
cárcel y á muerte. Y él dijo: Pedro, te digo que el gallo no cantará
hoy antes que tú niegues tres veces que me conoces." Lucas
22:31-34
En que en otro tiempo anduvisteis conforme á la condición de este
mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que
ahora obra en los hijos de desobediencia:" Efecios 2:2