Satanás hace todo lo que puede para echar su sombra infernal sobre
nosotros, para que no veamos la gloriosa belleza del amor de Dios , y
su misericordia. Pero Jesús, por su maravillosa gracia, cambiará los
corazones y la vida de aquellos que pidan su ayuda y su fuerza.
No se le niega al alma humilde y arrepentida nada que sea necesario
para mantenerse cerca de su precioso Jesús. Este es un capítulo con
una promesa que puede pedir ahora mismo.
ENEMISTAD pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
Simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar." Génesis 3:15. La divina sentencia pronunciada contra
Satanás después de la caída del hombre fue también una profecía que,
abarcando las edades hasta los últimos tiempos, predecía el gran
conflicto en que se verían empeñadas todas las razas humanas que
hubiesen de vivir en la tierra.
Dios declara: "Enemistad pondré." Esta enemistad no es fomentada de un
modo natural. Cuando el hombre quebrantó la ley divina, su naturaleza
se hizo mala y llegó a estar en armonía y no en divergencia con
Satanás. No puede decirse que haya enemistad natural entre el hombre
pecador y el autor del pecado. Ambos se volvieron malos a consecuencia
de la apostasía. El apóstata no descansa sino cuando obtiene simpatías
y apoyo al inducir a otros a seguir su ejemplo. De aquí que los
ángeles caídos y los hombres malos se unan en desesperado
compañerismo. Si Dios no se hubiese interpuesto especialmente, Satanás
y el hombre se habrían aliado contra el cielo; y en lugar de albergar
enemistad contra Satanás, toda la familia humana se habría unido en
oposición a Dios.
Satanás tentó al hombre a que pecase, como había inducido a los
ángeles a rebelarse, a fin de asegurarse su cooperación en su lucha
contra el cielo. No había disensión alguna entre él y los ángeles
caídos en cuanto al odio que sentían contra Cristo; mientras que
estaban en desacuerdo tocante a todos los demás puntos, era unánime su
oposición a la autoridad del Legislador del universo. Pero al oír
Satanás que habría enemistad entre él y la mujer, y entre sus linajes,
comprendió que serían contrarrestados sus esfuerzos por corromper la
naturaleza humana y que se capacitaría al hombre para resistirle.
Lo que enciende la enemistad de Satanás contra la raza humana, es que
ella, por intermedio de Cristo, es objeto del amor y de la
misericordia de Dios. Lo que él quiere entonces es oponerse al plan
divino de la redención del hombre, deshonrar a Dios mutilando y
profanando sus obras, causar dolor en el cielo y llenar la tierra de
miseria y desolación. Y luego señala todos estos males como resultado
de la creación del hombre por Dios.
La gracia que Cristo derrama en el alma es la que crea en el hombre
enemistad contra Satanás. Sin esta gracia transformadora y este poder
renovador, el hombre seguiría siendo esclavo de Satanás, siempre listo
para ejecutar sus órdenes. Pero el nuevo principio introducido en el
alma crea un conflicto allí donde hasta entonces reinó la paz. El
poder que Cristo comunica habilita al hombre para resistir al tirano y
usurpador. Cualquiera que aborrezca el pecado en vez de amarlo, que
resista y venza las pasiones que hayan reinado en su corazón, prueba
que en él obra un principio que viene enteramente de lo alto.
El antagonismo que existe entre el espíritu de Cristo y el espíritu de
Satanás se hizo particularmente patente en la forma en que el mundo
recibió a Jesús. No fue tanto porque apareció desprovisto de riquezas
de este mundo, de pompa y de grandeza, por lo que los judíos le
rechazaron. Vieron que poseía un poder más que capaz de compensar la
falta de aquellas ventajas exteriores. Pero la pureza y santidad de
Cristo atrajeron sobre El odio de los impíos. Su vida de abnegación y
de devoción sin pecado era una continua reprensión para aquel pueblo
orgulloso y sensual. Eso fue lo que despertó enemistad contra el Hijo
de Dios. Satanás y sus ángeles malvados se unieron con los hombres
impíos. Todos los poderes de la apostasía conspiraron contra el
Defensor de la verdad.
La misma enemistad que se manifestó contra el Maestro, se manifiesta
contra los discípulos de Cristo. Cualquiera que se dé cuenta del
carácter repulsivo del pecado y que con el poder de lo alto resista a
la tentación, despertará seguramente la ira de Satanás y de sus
súbditos. El odio a los principios puros de la verdad, las acusaciones
y persecuciones contra sus defensores, existirán mientras existan el
pecado y los pecadores. Los discípulos de Cristo y los siervos de
Satanás no pueden congeniar. El oprobio de la cruz no ha desaparecido.
"Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, padecerán
persecución." 2 Timoteo 3:12.
Los agentes de Satanás obran continuamente bajo su dirección para
establecer su autoridad y para fortalecer su reino en oposición al
gobierno de Dios. Con tal fin tratan de seducir a los discípulos de
Cristo y retraerlos de la obediencia. Como su jefe, tuercen y
pervierten las Escrituras para conseguir su objeto. Así como Satanás
trató de acusar a Dios, sus agentes tratan de vituperar al pueblo de
Dios. El espíritu que mató a Cristo mueve a los malos a destruir a sus
discípulos. Pero ya lo había predicho la primera profecía: "Enemistad
pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la Simiente suya." Y
así acontecerá hasta el fin de los tiempos.
Satanás reúne todas sus fuerzas y lanza todo su poder al combate.
¿Cómo es que no encuentra mayor resistencia? ¿Por qué están tan
adormecidos los soldados de Cristo? ¿por qué revelan tanta
indiferencia? Sencillamente porque tienen poca comunión verdadera con
Cristo, porque están destituídos de su Espíritu. No sienten por el
pecado la repulsión y el odio que sentía su Maestro. No lo rechazan
como lo rechazó Cristo con decisión y energía. No se dan cuenta del
inmenso mal y de la malignidad del pecado, y están ciegos en lo que
respecta al carácter y al poder del príncipe de las tinieblas. Es poca
la enemistad que se siente contra Satanás y sus obras, porque hay
mucha ignorancia acerca de su poder y de su malicia, y no se echa de
ver el inmenso alcance de su lucha contra Cristo y su iglesia.
Multitudes están en el error a este respecto. No saben que su enemigo
es un poderoso general que dirige las inteligencias de los ángeles
malos y que, merced a planes bien combinados y a una sabia estrategia,
guerrea contra Cristo para impedir la salvación de las almas. Entre
los que profesan el cristianismo y hasta entre los ministros del
Evangelio, apenas si se oye hablar de Satanás, a no ser tal vez de un
modo incidental desde lo alto del púlpito. Nadie se fija en las
manifestaciones de su actividad y éxito continuos. No se tienen en
cuenta los muchos avisos que nos ponen en guardia contra su astucia;
hasta parece ignorarse su existencia.
Mientras los hombres desconocen los artificios de tan vigilante
enemigo, éste les sigue a cada momento las pisadas. Se introduce en
todos los hogares, en todas las calles de nuestras ciudades, en las
iglesias, en los consejos de la nación, en los tribunales,
confundiendo, engañando, seduciendo, arruinando por todas partes las
almas y los cuerpos de hombres, mujeres y niños, destruyendo la unión
de las familias, sembrando odios, rivalidades, sediciones y muertes. Y
el mundo cristiano parece mirar estas cosas como si Dios mismo las
hubiese dispuesto y como si debiesen existir.
Satanás está tratando continuamente de vencer al pueblo de Dios,
rompiendo las barreras que lo separan del mundo. Los antiguos
israelitas fueron arrastrados al pecado cuando se arriesgaron a formar
asociaciones ilícitas con los paganos. Del mismo modo se descarría el
Israel moderno. "El Dios de este siglo cegó los entendimientos de los
incrédulos, para que no les resplandezca la lumbre del evangelio de la
gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." 2 Corintios 4:4.
Todos los que no son fervientes discípulos de Cristo, son siervos de
Satanás. El corazón aún no regenerado ama el pecado y tiende a
conservarlo y paliarlo. El corazón renovado aborrece el pecado y está
resuelto a resistirle. Cuando los cristianos escogen la sociedad de
los impíos e incrédulos, se exponen a la tentación. Satanás se oculta
a la vista y furtivamente les pone su venda engañosa sobre los ojos.
No pueden ver que semejante compañía es la más adecuada para
perjudicarles; y mientras más se van asemejando al mundo en carácter,
palabras y obras, más y más se van cegando.
Al conformarse la iglesia con las costumbres del mundo, se vuelve
mundana, pero esa conformidad no convierte jamás al mundo a Cristo. A
medida que uno se familiariza con el pecado, éste aparece
inevitablemente menos repulsivo. El que prefiere asociarse con los
siervos de Satanás dejará pronto de temer al señor de ellos. Cuando
somos probados en el camino del deber, cual lo fue Daniel en la corte
del rey, podemos estar seguros de la protección de Dios; pero si nos
colocamos a merced de la tentación, caeremos tarde o temprano.
El tentador obra a menudo con el mayor éxito por intermedio de los
menos sospechosos de estar bajo su influencia. Se admira y honra a las
personas de talento y de educación, como si estas cualidades pudiesen
suplir la falta del temor de Dios o hacernos dignos de su favor.
Considerados en sí mismos, el talento y la cultura son dones de Dios;
pero cuando se emplean para substituir la piedad, cuando en lugar de
atraer al alma a Dios la alejan de El, entonces se convierten en una
maldición y un lazo. Es opinión común que todo lo que aparece amable y
refinado debe ser, en cierto sentido, cristiano. No hubo nunca error
más grande. Cierto es que la amabilidad y el refinamiento deberían
adornar el carácter de todo cristiano, pues ambos ejercerían poderosa
influencia en favor de la verdadera religión; pero deben ser
consagrados a Dios, o de lo contrario son también una fuerza para el
mal. Muchas personas cultas y de modales afables que no cederían a lo
que suele llamarse actos inmorales, son brillantes instrumentos de
Satanás. Lo insidioso de su influencia y ejemplo los convierte en
enemigos de la causa de Dios más peligrosos que los ignorantes.
Por medio de férvida oración y de entera confianza en Dios, Salomón
alcanzó un grado de sabiduría que despertó la admiración del mundo.
Pero cuando se alejó de la Fuente de su fuerza y se apoyó en sí mismo,
cayó presa de la tentación. Entonces las facultades maravillosas que
habían sido concedidas al más sabio de los reyes, sólo le convirtieron
en agente tanto más eficaz del adversario de las almas.
Mientras que Satanás trata continuamente de cegar sus mentes para que
no lo conozcan, los cristianos no deben olvidar nunca que no tienen
que luchar "contra sangre y carne; sino contra principados, contra
potestades, contra señores del mundo, gobernadores de estas tinieblas,
contra malicias espirituales en los aires." Efesios 6:12. Esta
inspirada advertencia resuena a través de los siglos hasta nuestros
tiempos: "Sed templados, y velad; porque vuestro adversario el diablo,
cual león rugiente, anda alrededor buscando a quien devore." "Vestíos
de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las
asechanzas del diablo." 1 Pedro 5:8; Efesios 6:11.
Desde los días de Adán hasta los nuestros, el gran enemigo ha
ejercitado su poder para oprimir y destruir. Se está preparando
actualmente para su última campaña contra la iglesia. Todos los que se
esfuerzan en seguir a Jesús tendrán que entrar en lucha con este
enemigo implacable. Cuánto más fielmente imite el cristiano al divino
Modelo, tanto más seguramente será blanco de los ataques de Satanás.
Todos los que están activamente empeñados en la obra de Dios, tratando
de desenmascarar los engaños del enemigo y de presentar a Cristo ante
el mundo, podrán unir su testimonio al que da Pablo cuando habla de
servir al Señor con toda humildad y con lágrimas y tentaciones.
Satanás asaltó a Cristo con sus tentaciones más violentas y sutiles;
pero siempre fue rechazado. Esas batallas fueron libradas en nuestro
favor; esas victorias nos dan la posibilidad de vencer. Cristo dará
fuerza a todos los que se la pidan. Nadie, sin su propio
consentimiento, puede ser vencido por Satanás. El tentador no tiene el
poder de gobernar la voluntad o de obligar al alma a pecar. Puede
angustiar, pero no contaminar. Puede causar agonía pero no corrupción.
El hecho de que Cristo venció debería inspirar valor a sus discípulos
para sostener denodadamente la lucha contra el pecado y Satanás.
Salud en la Biblia
"Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto
delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares
todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los
Egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu Sanador." Exodo
15:26
"Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus
aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti." Exodo
23:25
"Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios." 1 Corintios
6:20.
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual
está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" 1
Corintios 6:19.
"Si alguno violare el templo de Dios, destruirá al tal: porque el
templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es." 1 Corintios
3:17.
"Y Daniel propuso en su corazón de no contaminarse en la ración de la
comida del rey, ni en el vino de su beber: pidió por tanto al príncipe
de los eunucos de no contaminarse." Daniel 1:8.
"Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda hierba que da simiente, que
está sobre la haz de toda la tierra; y todo árbol en que hay fruto de
árbol que da simiente, seros ha para comer." Génesis 1:29.
"El corazón alegre produce buena disposición: Mas el espíritu triste
seca los huesos." Proverbios 17:22.
"Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, haced lo todo a gloria
de Dios." 1 Corintios 10:31.
"Hermanos, os ruego ... que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio
vivo, santo, agradable a Dios..." Romanos 12:1.
"Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad,
para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible." 1
Corintios 9:25.